“Una persona con ubuntu es abierta y está disponible para las demás, respalda a las demás, no se siente amenazada cuando otras son capaces y son buenas en algo, porque está segura de sí misma ya que sabe que pertenece a una gran totalidad, que se decrece cuando otras personas son humilladas o menospreciadas, cuando otras son torturadas u oprimidas.”
Desmond Tutu.
La experiencia de vida implica desarrollar redes de cuidado y afecto en las que la familia, los pares y la comunidad son centrales en la vivencia de los diferentes procesos personales. Así, nos encontramos que llegar a la Aldea y recorrerla, implica tener el alma y cuerpo dispuestos para vivir todas las emociones que invaden al estar en este espacio social, un símbolo de lugar y tiempo que va más allá de ser grande o chico, acá a todas y todos se les cuidan con la fuerza que da ser par, camarada, apoyo, así como también de aceptar la diferencia, detener ideas y costumbres diversas.
Saber lo que representa la Aldea para una joven, es reconocer que es un espacio de cuidado, nos sitúa desde la lógica de asumir este lugar como su casa, pues como bien menciona Verónica “para mí la Aldea es una fuente de apoyo, representa unión, familia…Representa amor y evolución”.
Un mundo lleno de sueños y anhelos que quieren ser contados y vividos
Y como dice la canción del reconocido grupo ChocQuibTown, saber de dónde se viene para reconocer las historias de quienes habitan la Aldea, plantea un saber acercarse a la vida, al corazón de los chicos y chicas para saber que detrás de cada mirada, gesto y acción, hay un mundo lleno de sueños y anhelos que quieren ser contados y vividos, unos que necesita quien crea en ellos y se apasione por apoyar lo que desean y proyectan.
Y así lo han asumido las y los jóvenes que habitan este espacio, que han desarrollado un sentido de grupo y colectivo que convoca, cuida, protege y sobretodo, identifica desde la mirada del ser, de tener la misma condición de vida que les trajo a la Aldea.
Y es que la Aldea significa reconocerse como familia, saber de dónde viene cada uno y en esa riqueza de ser mestizos, afros y raizales, reconocer sus vivencias familiares de infancia, por lo que tienen claro cómo quieren avanzar en la vida y aunque a veces se enrede el camino, sienten que siempre vendrá algo mejor. Cuando se pregunta por el sentido de vida y de estar en la Aldea, Verónica nos dice:
“Las ganas de salir adelante, de aprender, de querer lograr un propósito y de querer avanzar. Todos nos cuidamos para ello, para lograr lo que queremos ser”.
El arte y el deporte que salvan y que cuidan
Como expresión de cultura y de vida, las y los jóvenes a lo largo de su vivencia en la Aldea, han conformado y liderado diversas expresiones de arte, donde a través de la música, del teatro, del baile atravesado por los colores y sonidos, promueven la resiliencia y generan espacios protectores y de cuidado en medio de los avatares del día a día.
Así, reconocer que vibran de alegría con canciones del pacífico o con salsa, sonidos con los cuales se dan vida, muestran la calidez de asumirse grupo y apoyarse en preparar espacios de cuidado y bienestar.
Así mismo, el deporte ha sido el eje movilizado de diferentes espacios, volviéndose en una herramienta clave de apoyo, de socialización, para la construcción confianza y de vínculos entre pares. Espacios que muestran que:
¡Si tocan a uno, respondemos todos!
Lo simbólico y etéreo, lo real e irreal, lo poético y lo amargo, se ponen en escena todos los días en este espacio vital construido con recuerdos y experiencias. Un significado que va más allá de un espacio físico y que acompaña la vida y los años de quienes están y de quienes se han ido.
Al preguntar por cómo reconocen la pertenencia a un grupo y ahí, cuidarse, la joven contesta con emoción y seguridad:
“Tratamos de no ser egoístas entre nosotros mismos. La unión y liderazgo se imparte y comparte con otros. Entre todos nos cuidamos y asumimos eso que nos dijeron, que somos una familia”.
Así, cuidar de los grandes y pequeños, acompañar sus vidas y comprender la lógica de sus lugares de vida, evidencia que se constituyen como familia, que soslayan momentos dolorosos pero que la vida siempre resiste, siempre vence y prevalecen los valores como el amor, la amistad y el cuidado mutuo.
Ese sentirse familia, Aldea, comunidad, invita a que los roces individuales y personales pasen a otro plano cuando la vida de alguno se siente amenazada, cuando está en riesgo el futuro de alguno o alguna y cuando la “injusticia” como así lo llaman, toca a la puerta de este espacio y traspasa la vida de alguno de quienes lo habitan.
“Es como si nos ofendieran a nosotros mismos. Así nos caiga mal o no tengamos la mejor relación, se están metiendo con mi familia, con alguien con quien crecí”.
Y es que al final comprenden que es lo que tienen, que son los vínculos que tejieron los que al final les salva. Ese entender y asumir que por más obstáculos y diferencias “Si tocan a uno, nos ofendemos todos”.
*Este texto fue posible gracias a la participación del programa de Cali en la iniciativa El valor de las historias, en los que los programas de la organización, con presencia a nivel nacional, comparten sus testimonios, historias de vida, iniciativas comunitarias y contenido pedagógico para expresar a través de ellos la esencia de nuestra organización.