junio 14 2023
El día en que Eduard se enteró de que iba a ser padre
Eduard, un padre que con amor y protección comprendió la titánica y hermosa tarea de cuidar
El día en que Eduard se enteró de que iba a ser padre, lo primero que se le pasó por la cabeza fue que uno de sus grandes anhelos se había adelantado en el tiempo, y que era el momento de asumir una responsabilidad para la cual se había estado preparando mucho tiempo atrás: quería formar su propia familia.
Lo que sintió en aquel momento en que recibió las dulces y sorpresivas palabras fue una mezcla de sentimientos, era joven y no estaba preparado para asimilar lo que estaba pasando; sin embargo, recibió la noticia con un talante casi estoico que bien pudo haberse confundido con cierta laxitud o una despreocupada serenidad. Por aquel entonces Eduard se encontraba incursionando en los primeros peldaños de la educación superior, después de una experiencia en un colegio que no despertó mucho interés, ahora sentía la pasión al redescubrir en los manuales de anatomía y las explicaciones clínicas de expertos y expertas con mucha experiencia en el arte de cuidar la salud.
La vida en la aldea
Llevaba aproximadamente cuatro años viviendo en la Aldea, el lugar que lo acogió y al que poco a poco fue considerando su hogar, en el cual iba transcurriendo la vida, aquel era un lugar agradable y bello a sus ojos, en el que se extendían catorce casas de ladrillo prensado con tejado de fibrocemento. La simetría y pulcritud en que las casas de dos pisos se encontraban ubicadas, además del amplio espacio que ocupaban, le recordaba a Eduard la sensación de familiaridad y calidez que progresivamente fue sintiendo luego de que cruzó por la puerta del que iba a ser el nuevo hogar en el que viviría con otras ocho personas que compartían, de una u otra manera, su historia personal.
Lo que más le gustaba del lugar era el patio, que se unía a un antejardín en donde en otros tiempos jugaba con sus hermanos biológicos y sus hermanos de casa, esos juegos que siente desaparecer en las nuevas generaciones y que ahora son reemplazados por otro tipo de entretenimiento.
El día que Eduard se enteró de que iba a ser padre
Fue en ese lugar, en el patio donde su pareja, la joven con quien llevaba un poco más de tres años de relación y con quien experimentaba por primera vez las ilusiones y desilusiones del amor, le dijo, con una risa nerviosa, que había confirmado las sospechas de su embarazo y que iba a convertirse en padre. Eduard nunca se imaginó que ese “tenemos que hablar, le tengo que decir algo” iba a terminar con esa palabra que lo descolocaría y lo colocaría nuevamente en su sitio, nombrándolo y dándole otro lugar, otro rol que el que había estado ocupando durante toda su vida.
De repente se sintió mayor, más adulto, hasta podría decirse que incluso más viejo, y una sensación como de miedo e incertidumbre lo invadió al tiempo que su cuerpo, su rostro, su espíritu, todo él completo lanzaba gritos de euforia y alegría. Esa noche, ya en su casa, en la comodidad de su camarote, no pudo conciliar el sueño. Se dice que una de las causas del insomnio tiene que ver con esa manía que en ocasiones despierta en el ser humano un afán por pensar, pensar y pensar. Y no era para menos, se trataba de un evento capital de su vida, quizá el más importante de todos hasta ahora.
Y es que se trataba de uno de sus anhelos haciéndose realidad, nadie más que él era consciente de lo que ello traía consigo. Por un lado, y aprovechando el silencio y la soledad de la noche despierta, se arrojó en su fantasía a una serie de situaciones alegres, viéndose a sí mismo y su familia en múltiples escenarios y momentos de dicha, acercándose a eso que describía con la palabra felicidad.
Pero, por otro lado también, todo un abanico de preguntas fue tomando forma, superponiéndose a las escenas, y uno a uno los interrogantes fueron acompañándolo en lo que quedaba de tiempo hasta la aurora. Así, en la intimidad de su ser, se pregunta si estaba preparado para ser padre, si se encontraba listo para cuidar a un hijo o una hija, si tenía lo necesario para brindar al nuevo ser que venía en camino todo lo que requería para crecer y ser feliz.
Una mirada retrospectiva: lo que una niña o niño necesita para crecer es amor y protección
Algún tiempo después, cuando su hijo estaba por cumplir su primer año de edad, una persona le preguntó a Eduard por ese momento de reflexión que experimentó. Con una sonrisa en su rostro y mientras acomodaba al niño que se encontraba dormido en su regazo, respondió:
-“Al principio estaba muy nervioso, porque no sabía qué iba a pasar, todo esto era nuevo para mí. Pero en el fondo, realmente, sabía qué hacer. Es que vea, nada más me puse a mirar a mi alrededor, en donde vivía... y eso, con las cosas que me han pasado en la vida, me dio la respuesta”.
-¿Cómo es eso? Explícate, por favor –replicó con curiosidad su interlocutor.
-“Sí. Así como le digo. La respuesta la tenía literalmente frente a mis narices. Viviendo en la Aldea me he dado cuenta de que todo lo que necesita un niño o una niña para crecer y ser feliz, es amor, primero que todo, y protección, así como hacen acá. Ya lo demás se va dando –dijo Eduard, articulando con firmeza sus palabras”.
-Sigo sin entender. –preguntaba perplejo la persona en cuestión.
-“Vea, por ejemplo, protección. Usted a un niño pequeño o una niña pequeña, así como mi hijo, le tiene que asegurar muchas cosas. Es decir, tiene que alimentarles, vestirles, bañarles, cambiarles los pañales y eso, pero también debes evitar que se lastimen, debes evitar los peligros que pueden correr un niño o una niña, los riesgos. Y también les tienes que dar mucho amor, mucho cariño, afecto, porque es con eso que el niño va a crecer y ser feliz. A un niño no se le maltrata, no se le lastima, tienes que tener mucho cuidado. Si comete un error o una falta, con amor le dices las cosas, para que crezca aprendiendo que hay otra forma de hacer las cosas. Yo como padre, como hombre que soy, tengo la plena seguridad de que puedo proteger a mi hijo y brindarle mucho amor. No necesariamente tiene que ser únicamente la tarea de una madre, nosotros los padres también podemos hacerlo, y hacerlo bien. Si tienes esas dos palabras en la cabeza, ya lo demás que necesite lo vas acomodando”
Así, después de esa larga noche, y de muchos días y noches que le siguieron, de constante reflexión y diálogo con otros y otras, pero sobre todo consigo mismo, Eduard comprendió que estas dos palabras, amor y protección, son fundamentales en la titánica y hermosa tarea de cuidar. Durante el tiempo en que sobrevino el embarazo y el camino que transcurrió desde el nacimiento hasta el primer año de edad de su hijo, de la mano de su pareja se dedicó a cuidarlo bajo estas dos consignas que tenía no sólo inscritas en su memoria como un recordatorio, sino también en su propio espíritu, como un aprendizaje construido con los cimientos de su pasado y la experiencia de su presente, apuntando a un horizonte en el que se vislumbra la posibilidad de la vida misma y, a pesar de los errores, los obstáculos y los traspiés que puede encontrar en el sendero que lleva a ese horizonte, día a día se convence cada vez más de que como padre puede no solamente brindar toda la protección que un niño requiere, sino todo el amor y el afecto que se necesita para ser feliz.
*Este texto fue posible gracias a la participación del programa del Valle del Cauca en la iniciativa El valor de las historias, en los que los programas de la organización, con presencia a nivel nacional, comparten sus testimonios, historias de vida, iniciativas comunitarias y contenido pedagógico para expresar a través de ellos la esencia de nuestra organización.