Fortalecer la familia desde el amor sí se puede

Gladys* y Sofía* son madre e hija, ellas viven en Piedecuesta, Santander, y su historia no ha sido fácil. Escuchar su relato quebranta el corazón hasta del más fuerte. Han superado miles de obstáculos personales y familiares, pero hoy, después de tanto y de trabajar por fortalecer la familia, pueden decir que están más tranquilas, aunque saben que el proceso continúa.

Sofía* a sus cinco años vivía con papá y mamá, era una niña tranquila y juguetona. Pero un día sufrió un dolor tan profundo que partió su vida en dos: su padre las estaba abandonando y antes de irse le dijo a su mamá “haga lo que quiera con esa niña”, recuerda Gladys*. Desde entonces Sofía*, perdió toda alegría y esto la llevó a expresar su tristeza de maneras inimaginables.

Su comportamiento cambió, desde entonces la rabia y el dolor de su alma se expresó en falta de sueño, heridas a sí misma, falta de apetito, agresividad, entre otras manifestaciones que llevaron a Gladys* a pedir ayuda. Primero recibieron apoyo de psicología, pero allí vieron la necesidad de remitirla a psiquiatría. En algo mejoró Sofía, pero ningún medicamento, de los tantos que le formularon, pudo calmar su tristeza. Era necesario ir más allá y fortalecer la familia para entender el dolor que Sofía guardaba.

Una voz a voz que fortalece la familia

En su barrio Gladys* se encontró con su vecina Génesis, una joven mujer migrante, que la invitó a su casa para conocer y participar del proyecto de Aldeas Infantiles SOS. Lo que su vecina le había dicho era que seguramente eso le iba ayudar mucho en su relación con Sofía* y que la niña también podría aprender y reforzar sus conocimientos, pero, sobre todo, aprender sobre sus emociones y a relacionarse con los otros niños y niñas.

Gladys* aceptó la invitación y asistió con su hija a los encuentros. El cambio no se hizo esperar: ella empezó a entender lo que ocurría con su hija y como madre fortaleció sus habilidades de crianza amorosa y respetuosa, estableció hábitos y rutinas saludables, y aprendió a manejar y transitar el duelo de Sofía por el abandono y ausencia de su padre. Por su parte, Sofía*, además de reforzar algunos temas académicos, tuvo la oportunidad de compartir con otros niños y niñas, y encontró de nuevo algo de alegría en su vida, al ser bien recibida, y tratada con cariño y respeto. Para las dos fue fundamental reconocer la importancia de la protección de la niñez y aprender a expresar afectividad dentro de la familia.

Gladys* afirma con emoción sobre los talleres que “es algo que a mí me cambió la vida”, sobre todo porque, según explica, aprendió a gestionar las emociones de su hija y eso a su vez fortaleció la familia. También reconoció que a Sofía le ha permitido mejorar su rendimiento académico, “les debo el agradecimiento (…)  porque es una niña que ya mejoró, subió sus notas en el colegio y en este año no ha perdido ninguna materia”.

Gladys* y Sofia* continúan participando activamente en el proyecto y fortaleciendo la familia, para que Sofía crezca en un hogar rodeada de amor, respeto y seguridad.

*Nombres cambiados por protección.

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