Pensar en el Centro de desarrollo familiar de Riosucio, Caldas, es pensar en el diálogo intercultural, en la posibilidad de compartir cosmovisiones sobre el cuidado y en el fortalecimiento de las familias y de cada uno de sus integrantes de manera incluyente y participativa. Este es un viaje por montañas y caminos destapados que nos conduce a conocer el territorio ancestral indígena de San Lorenzo en donde se ubica el Centro de desarrollo familiar.
A 15 minutos de la cabecera municipal se encuentra este escenario comunitario que se extiende a siete de las 21 comunidades que conforman el territorio, a través de un equipo pedagógico de profesionales comprometidos con la promoción del cuidado, que se movilizan de una comunidad a la otra para realizar el acompañamiento familiar y las actividades dirigidas a los niños y niñas. En total en el proceso participan En total se cuenta 50 familias y 150 niños, niñas y adolescentes.
El trabajo en este territorio es particular. Los territorios ancestrales tienen un sentido de comunidad amplio e importante, en el que todo el pueblo es una gran familia y la unidad prima como principio importante de los pueblos indígenas. El Centro de desarrollo familiar en Riosucio, se convierte así, en la posibilidad de recuperar estas visiones desde un enfoque etno diferencial donde se reconozcan las creencias y prácticas propias de la comunidad apuntando al fortalecimiento de la familia y la comunidad para garantizar entornos protectores para los niños y niñas.
Acompañando familias
Compartir con las familias, llegar a aquellas que no viven cerca de los espacios comunitarios y apoyarles para asumir el cuidado de los niños y niñas son los propósitos que día a día impulsan a quienes caminan las montañas de la región y que trabajan el en Centro de desarrollo familiar. El proceso de acompañamiento a las familias se realiza teniendo en cuenta cada una de sus particularidades, estas emergen en las dinámicas cotidianas y plantean oportunidades para afianzar sus habilidades de cuidado. Hay, por ejemplo, familias con alto riesgo de pérdida del cuidado parental, otras que ya lo perdieron debido a prácticas abusivas que generan la vulneración de los derechos de los niños y niñas. Para cada una se diseña una estrategia de acompañamiento y se hace seguimiento para lograr fortalecerlas.
Es así como las familias del resguardo emprenden su propio viaje para convertirse en familias protectoras y familias protegidas (conozca más sobre estos conceptos, aquí).
El proceso de acompañamiento familiar, aporta con el fortalecimiento de las capacidades de cuidado y en la transformación de las prácticas violentas que han sido naturalizadas en las familias y que ponen en riesgo la garantía de los derechos de sus integrantes, debido al poco reconocimiento que hacen como familia de otros elementos importantes en la crianza como son el afecto y la confianza.
Este acompañamiento familiar se realiza reconociendo en las familias los elementos que les permitan alcanzar su propio desarrollo, así como tener en el centro de las acciones a los niños y niñas posibilitando su protección y cuidado.
Fortaleciendo procesos comunitarios
Para los emberá chami que habitan el resguardo de San Lorenzo, la comunidad es vista como aquella que acoge, protege y garantiza la unidad desde el cuidado de cada uno de los comuneros; sin embargo, el contacto con la sociedad occidental y su visión más individualista ha generado rupturas en estas comprensiones y, por ende, la necesidad de reforzar en estos conceptos. De ahí que el proceso comunitario se realiza con la finalidad de fortalecer las capacidades de los integrantes de la comunidad para cuidar de los niños y niñas que hacen parte de la misma, teniendo como principal objetivo la consolidación de comunidades protectoras para que ellos y ellas crezcan en entornos seguros y que puedan encontrar referentes en la comunidad que les generan confianza y a quienes pueden acudir en los momentos que se sienten en riesgo.
Este ejercicio de acompañamiento comunitario también se centra en la importancia de empoderar a la familia y a la comunidad en el ejercicio de la ciudadanía, con la finalidad de generar entornos donde las familias también sean protegidas.
Este proceso con la familia se articula con el diálogo con los cabildos comunitarios, la consejería indígena quienes son los encargados de la aplicación de justicia propia, así como con líderes y lideresas del territorio y la comisaria de familia. Esto se realiza con ejercicios de formación y reflexión que posibilitan tener en el centro de las acciones que se realizan, desde cada uno de sus roles, los niños, las niñas y la garantía de derechos de todos los integrantes de las familias.
En este ejercicio se está avanzando también en la importancia del reconocimiento de la infancia en el territorio a partir de prácticas que son necesarias para el cuidado desde la estructura organizativa del territorio; teniendo en cuenta, la cosmovisión de los pueblos indígenas donde las generaciones actuales son quienes lideraran los procesos organizativos del futuro y para ello es necesario que crezcan en entornos protectores y que se les reconozcan sus capacidades y el lugar que tienen dentro de la comunidad.
Niños y niñas protagonistas
En este programa el ejercicio de acompañamiento a niñas y niños se realiza a través de talleres educativos y actividades lúdicas donde, además de divertirse, también generan aprendizajes alrededor del reconocimiento de sus derechos y el fortalecimiento de las prácticas de autoprotección necesarias para minimizar las situaciones de riesgo.
En este proceso es importante la identificación de los amigos y amigas de confianza de los niños y niñas, siendo las personas referentes que les generaran seguridad, apoyo, acompañamiento y orientación en los momentos que se presenten situaciones abusivas hacia ellos y ellas.
Es así como los niños y niñas están en el centro de las acciones. Ellos y ellas están en contacto con lo relacionado a la participación infantil, donde han ido fortaleciendo el reconocimiento de sus capacidades y habilidades que les permiten posicionarse en sus familias y entornos inmediatos de una manera diferente, expresando sus ideas, pensamientos, sentimientos y tomando decisiones. Esto, por supuesto, favorece el reconocimiento de sus derechos, pero también de la corresponsabilidad existente entre la familia, las autoridades y la comunidad para la garantía de los mismos.