junio 9 2020
Roximar, una líder en Colombia con sangre venezolana
Más de una hora de viaje a bordo de una destartalada camioneta mientras cruzaba por “la trocha”, con el barro atascando las llantas y en cada parada decenas de hombres, entre encapuchados, indígenas, militares y mercenarios cobrando por el paso y requisando las pertenencias en busca de cualquier peso; es lo que más recuerda, con evidente desasosiego, Roximar Andreina de aquella travesía que tuvo que sufrir para salir de su natal Venezuela hace algo más de tres años, para llegar a Colombia, en busca de una mejor calidad de vida.
Roximar es una mujer de 26 años, soñadora, emprendedora y madre de dos hijas: Alejandra, de once años, y Aranza, de cuatro. Viven desde hace más de un año en un modesto rancho construido con plástico en Riohacha, capital del departamento de La Guajira, donde escasea el agua, las oportunidades, los sistemas sanitarios, y donde el calor inclemente no cesa en ningún momento.
Ella y su familia hacen parte de los más de 4.8 millones de venezolanos que han abandonado su país desde 2015 por motivos de pobreza, ante la situación política, social y económica que atraviesan. Colombia, el país geográficamente más cercano, se ha convertido en el principal destino de los migrantes venezolanos, con más de 1.6 millones, y más de la mitad de ellos han migratorio irregularmente, como Roximar, quien además participa de las acciones humanitarias de nuestro proyecto Toma Mi Mano.
Este proyecto se realiza a través del financiamiento de la Oficina Humanitaria de la Comunidad Europea - ECHO, y con el cual se ha brindado apoyo a más de 22.500 migrantes venezolanos en La Guajira, Santander y Nariño. Tan solo en La Guajira el proyecto ha beneficiado a más de 7.860 niños, niñas y adolescentes, y más de 1.140 adultos, en los municipios de Riohacha, Maicao, Uribia y Paraguachón.
“Aldeas Infantiles llegó al barrio donde vivimos con un espacio amigable para la niñez y me pidieron el favor de dejar hacer, en frente del ranchito, un espacio para poder instalar un lugar donde estuvieran los niños. Yo acepté emocionada porque me gusta que los niños tengan espacios especiales para ellos, que los acompañen personas especializadas en el tema de niñez. Mis niñas participan de los espacios e incluso yo soy agente y estoy a cargo de conseguir nuevos espacios para más niños porque con este solo no alcanzan”, cuenta Roximar.
Ahora ella es una líder activa en la comunidad y ayuda con las actividades que Aldeas Infantiles SOS realiza para que sean más los niños, niñas, adolescentes y sus familias los que participen de los programas. “Yo me siento espectacular, me llena, me siento muy bien cuando estoy ahí colaborando, ayudando, prestando mi apoyo. Yo estoy allí porque me nace ayudar a esas personas que, al igual que yo, migraron, porque entiendo que es una situación difícil y dolorosa”.
Entre tantas cosas que ha aprendido con las actividades, capacitaciones y apoyo que le ha brindado Aldeas Infantiles SOS, el valor de la familia es lo que más ha reforzado. “Hemos aprendido que pese a las dificultades, es importante mantener la unión familiar. Cuando todos estamos juntos podemos crecer, y los niños son más felices”, concluye.