Diego estuvo a punto de quedarse en Bogotá, vestido de futbolista y con su balón en la mano mientras 79 niños más se despedían de sus familiares rumbo a Madrid (España). Su hermana tenía la custodia pero no la patria potestad del menor y así, con una mirada desoladora, fue sentado en una fría oficina de inmigración mientras los ejecutivos de la Fundación Revel movían cielo y tierra para explicar su condición. La respuesta era tajante, no podía salir del país.
"Quiero ser futbolista, y reconocido", pensaba mientras escuchaba los murmullos de los funcionarios en Eldorado; esa es la única convicción de un pequeño de 13 años al que la vida le ha puesto más barreras que las que esquiva cuando se apodera del balón en una cancha de fútbol.
Su silencio es normal, es un niño de pocas palabras que aprendió a tragarse las emociones. Nació en el municipio de Solita (Caquetá) y fue allí donde recibió el primer golpe de su vida. "Mi mamá murió de leucemia en el 2007", contó.
De su padre no tiene el más mínimo recuerdo y fue su hermana la que un día decidió migrar a la capital en búsqueda de un mejor futuro para él, pero la vida aquí no fue fácil. "Es que fuimos desplazados por la violencia", dijo en otro breve comentario.
Por eso tuvo que dejar a Diego al cuidado de Aldeas Infantiles SOS Colombia, un lugar en el que habita con siete niños más y una mujer que hace las veces de madre sustituta. Así ha transcurrido su infancia y, sin embargo, se ha esforzado por ser el mejor en su colegio y, en sus ratos libres, pinta y patea el balón. "Soy delantero y hago goles", dice con seguridad.
La Fundación Revel
Buenas notas pusieron a Diego en la mira de las escuelas sociodeportivas de Fundación Revel, que desde el 2010 realizó un convenio con la Secretaría de Educación para beneficiar a niños de colegios públicos de Bogotá en situación de riesgo para que, a través del deporte, ocuparan su tiempo libre.
En 15 localidades, entrenadores colombianos capacitados por el Real Madrid han inyectado de fútbol a más de 2.600 niños que gastan sus energías tratando de imitar a Cristiano Ronaldo, Iker Casillas, Kaká o Xabi Alonso, del equipo merengue. Saben sus nombres y qué hacen en el equipo, así como las historias de sus triunfos en la cancha.
Se enfurecen cuando pierden y vibran cuando suman un triunfo más. En eso se fija Revel para llevarlos al continente europeo. "No es gratis, hay reglas: buenas notas, constancia, disciplina y juego limpio", dijo Carlos Salazar, presidente de la fundación en Colombia.
La recompensa es clara desde el comienzo: la oportunidad de viajar a España, entrenar en Valdebebas, la ciudad deportiva del Real Madrid, conocer Toledo y, lo mejor, ver un partido en el Santiago Bernabéu, uno de los estadios más emblemáticos del mundo. Así, este año, 80 niños se hicieron merecedores de este privilegio y hasta fueron despedidos por el presidente Juan Manuel Santos en persona. El sueño comenzaba.
El viaje
La pesadilla de Diego terminó cuando por fin los agentes de inmigración comprendieron su situación. Él y el resto de los niños alistaban sus cámaras para registrar minuto a minuto el ascenso al avión. La gran mayoría nunca se había subido a uno.
Cuando ingresaron había mil cosas que explorar y por eso oprimieron cuanto botón veían, hasta quedar adormecidos mientras disfrutaban de la pantalla de entretenimiento. Todo era nuevo y emocionante.
Al arribar al inmenso aeropuerto de Barajas no podían creer que estuvieran montados en un tren. "Mire, profe, esto es como TransMilleno, pero sin tanta gente", dijo uno de los pequeños.
Cuando la ciudad se abrió ante su ojos, los sorprendían el orden de las calles y avenidas, los conjuntos de casas iguales y, más aún, que los carros pararan para dejar pasar a los peatones. "Uy, acá no le echan el carro encima a uno", dijo una pequeña niña cuando la dejaron pasar.
Una cosa extrañaron de su país. "Profe, los árboles no tienen hojas", decían al verlos tapizados con una capa de hielo, y otros ansiaban subirse en el metro.
"Lléveme a conocerlo, mire que en Bogotá nunca va a existir uno", decía otro pequeño en medio de risas.
El frío extremo no fue razón para que los niños recorrieran a pie todo Madrid. Nunca habían visto semejantes construcciones. Los castillos de los cuentos de hadas estaban frente a sus ojos. Eso pasó sobre todo en Toledo, un lugar en el que se sintieron transportados a un cuadro antiguo y hasta se podían tomar fotos con una estatua de don Quijote de la Mancha.
Les preguntaban sin miedo a los españoles qué era 'coño', 'chaval', 'gilipollo', y se morían se la risa con las explicaciones. Paso a paso, en Madrid desahogan una que otra pena. "Es que en mi casa nunca hay plata; si mi Ciudad Bolívar fuera así de ordenada; si mis papás pudieran verme...".
Las noches fueron mágicas en el Colegio Europeo Aristos, que los hospedó en la ciudad española de Getafe, porque los pasillos eran canchas de fútbol interminables y en la noche los niños eran 'galácticos' que buscaban la gloria armando equipos. Se dormían cansados de jugar y amanecían pensando en el Bernabéu.
En Valdebebas, Diego tuvo la oportunidad de entrenar con expertos del Real Madrid y, junto con todos los niños, ingresó a un entrenamiento privado del equipo merengue. No pudieron hablar con ellos, era la primera vez que iban tantos niños y el equipo, en concentración, no pudo hablar con ellos. "Fue aburrido. Yo quería saludarlos", dijo Diego con rabia. El pequeño no musitaba palabra, pero su rostro se iluminaba de emoción y de lejos trataba de ajustar su cámara para fotografiar a Cristiano Ronaldo.
Otro momento que disfrutó Diego fue el de las compras en la tienda oficial del Real Madrid. "Me compré una bufanda, un balón y un llavero", dijo mientras contaba los pocos centavos de euro para ver qué más podía comprar.
El momento cumbre llegó cuando los 'chavales' arribaron al inmenso estadio Santiago Bernabéu. Los cánticos de 80.000 espectadores, hinchas del Real Madrid, retumbaban en sus oídos. El equipo blanco y Levante U. D. se enfrentaban esa noche.
Diego y los 79 niños estaban viendo a sus ídolos hacer pases asombrosos con exactitud matemática y lo mejor, los goles del portugués Cristiano Ronaldo, que minuto a minuto desplazó las ilusiones de Levante con una tripleta de goles. 4-2 fue el marcador final.
A eso fueron. A olvidarse, algunos, de su condición de huérfanos, desplazados, de sus problemas económicos, de la violencia de las localidades en donde habitan, a darse cuenta de que hay otro mundo más allá de sus encumbrados barrios y de que, a lo mejor, otro día irán a comer churros con chocolate a Madrid, por cuenta propia.
Carol Malaver
Enviada especial de EL TIEMPO